Por Alberto Ormeño, Convergencia 2 de abril
La lucha revolucionaria no se manifiesta de una sola forma. Hay momentos álgidos y otros “pacíficos”, unos de avanzada popular y otros de repliegue. No obstante, en todos ellos la lucha de clases se expresa, y en esta formación social, lo hace especial crudeza contra el pueblo trabajador. En cada uno de esos “momentos” por tanto, se hace necesario acomodar las formas organizativas y de acción a fin de aportar de la mejor manera en el desarrollo del movimiento popular.
Dante Campana tuvo la capacidad de comprender esa necesidad, y es así que en momentos de derrota parcial, propuso como tarea la reconstrucción de pueblo; en sus palabras:
“Imaginar las fuerzas sociales que fluyen espontáneamente, desbordando sus propias cadenas, copando los espacios públicos, para realizarse como clase, encierra verdades peligrosas. Sin movilización probablemente no hay posibilidades de desarrollar un proyecto social revolucionario, pero no se puede confundir, simplemente, la movilización, con la acumulación de fuerza popular. Ambos no son lo mismo y es el segundo concepto, en tanto contiene al primero, el que anuncia el desarrollo de una alternativa viable. La historia está llena de ejemplos en que la movilización se desarrolla sin la adecuada correspondencia con otros aspectos trascendentes, propios de un proceso efectivo de construcción de una alternativa revolucionaria. Las clases explotadas se pueden movilizar sin estar construyendo efectivamente un proyecto social alternativo, y pueden terminar ganando la guerra pero en el mismo acto perdiendo la revolución.
La revolución social seguirá siendo una quimera mientras no seamos capaces de resolver, colectivamente, en el marco de la permanente confrontación entre las clases, al menos los siguientes aspectos de una propuesta popular:
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Cómo logramos construir en este mundo des-estructurante formas de asociación político-sociales independientes y estables.
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Cómo logramos hacer efectiva la participación amplia y democrática de la clase en la elaboración de los programas que anticipan la nueva sociedad a la que aspiramos.
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Cómo demostramos que esa nueva sociedad “prometida”, diseñada a través de nuestros programas, es más productiva y justa que la actual.
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Cómo construimos las herramientas necesarias para reproducir, defender e imponer la propuesta popular en plena lucha de las clases.
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Cómo hacemos de todo esto un único proceso, simultáneo y coherente, en los planos local, sectorial y general, de nuestra vida social cotidiana.”1
En este orden de ideas, la construcción de organización popular es caracterizada como de largo aliento, sin premuras vanguardistas, pero tampoco con dilataciones. Dicho análisis data hace 10 años, mucha agua ha corrido desde ese entonces, pero creemos que sustancialmente las tareas siguen siendo aquellas; si bien el texto transcrito fue escrito a los pocos años de la apertura de un nuevo ciclo de luchas populares en el país, cuyo clímax se desencadenó el año 2011, y aunque nadie puede negar los avances en organización desde aquel entonces, seguimos asistiendo a una primera etapa de rearme, y consecuencialmente la construcción de los pies del Pueblo sigue en marcha, convirtiéndose en la estrategia de este periodo de la historia.
Como mencionábamos en un inicio, las formas en que se expresa la lucha de clases varían según la organización de la Formación Social concreta y de la pugna constante de las clases que se desenvuelven en ella. Dante, a lo largo de su vida enfrentó más de una de estas “formas históricas”, desde la organización popular en los 60’ y 70’, en el que el ascenso de la lucha revolucionaria hacía posible la construcción de Socialismo en Chile; a la clandestinidad y resistencia en la época dictatorial; siempre como militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Luego, con los gobiernos civiles enfrentó el desafío de mantener la organización revolucionaria siempre construyendo desde las organizaciones propias del pueblo trabajador.
Ejerció como dirigente portuario en San Vicente aportando con su experiencia al fortalecimiento de dicho sector; formó parte de los Colectivos de Trabajadores, aportando en los análisis y diagnósticos, que elaborados luego de interminables debates con sus compañeros, constituyeron un verdadero faro de luz a quienes a inicios de la década del 2000, andaban en busca de salidas al capitalismo neoliberal impune.
A mediados de la década pasada, inicia su último proyecto. Bajo el análisis de que los colectivos habían tocado techo como expresión política de la clase, plantea formas superiores de organización, que sean capaces de hacer síntesis de las distintas experiencias populares; son las denominadas Comunidades Militantes, las que cristalizan una de las tareas del periodo: la construcción de las bases orgánicas del pueblo politizado. Además, ante el desarme de la organización popular como consecuencia de la contrarrevolución neoliberal, plantea otra tarea: el rearme teórico de la clase, como método para el desarrollo de consciencia clasista en el pueblo trabajador. E igualmente, fija como tarea inmediata del periodo, el desarrollo de la confrontación parcial con el capital, como manera de acumular fuerza político social y erigirse en alternativa real para la clase.
Las tres tareas del período antes mencionadas, tenían como trasfondo la estrategia de la reconstrucción del movimiento popular. Movimiento que debía hacerse cargo de las nuevas formas de organización del capital.
El análisis resumidamente expuesto, da lugar a la consigna: Trabajadores/as de la ciudad y el campo, pobladores/as, estudiantes… ¡Uníos!
Por último, y dirigiéndose a la militancia el Compañero Dante planteaba, sintetizando lo antes referido:
“La condición de militante en estos tiempos en que se construyen cimientos, no pude ser definida tan solo, por sus doctos conocimientos ni su propia auto referencia, sino de cara a las necesidades que la lucha de clases con el dinamismo que le es propio, demanda. El militante constructor no es un “grado” que asigna la orgánica, sino es más bien una forma de vida, que se auto constituye a sí misma, en la medida que efectivamente participa de un proceso de auto formación sistemático y permanente, forma parte de una unidad político / social (núcleo orgánico) y finalmente, en la medida que junto a otros integrantes del espacio local donde transcurre su vida cotidiana, es capaz de implementar planes de trabajo social independientes, planificados, ejecutables y evaluables.
El estudio permanente, la capacidad de dar dirección política a lo que construye, y su práctica social consecuente, es lo que definen al militante constructor de estos días.”
Dante, rebelde, artista, compañero y padre, no aceptó prebendas ni granjerías, siquiera en los peores momentos: Dante se mantuvo junto a su Pueblo, siendo de aquellos que luchan toda la vida.
DANTE DEL PUEBLO
¡PRESENTE!
1 “Hacia la construcción de los pies del Pueblo”, Construyendo nº 2, febrero 2008.-
Publicado originalmente el 18 de abril de 2018 en el semanario político Aurora Roja, antes de convertirse en Convergencia Medios.