Por Javier Pineda
En pleno invierno en la ciudad de Oslo, Noruega, continúa esta segunda parte de la entrevista a Hernán Rojas, ex militante del FER y del MIR en los años 70 y posteriormente militante de la Liga Comunista. En esta parte de la entrevista conversamos sobre el vínculo entre los estudiantes y el Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR), la experiencia con los Cordones Industriales y las primeras resistencias a la dictadura militar, luego del golpe de Estado al Presidente Salvador Allende en el año 1973.
Javier Pineda: Compañero Hernán, ¿podría contarnos sobre cómo se construyó el vínculo entre los estudiantes secundarios y el movimiento de campesinos revolucionarios? Entiendo que participaron en algunas corridas de cerco por el valle central.
Hernán Rojas: Como parte del trabajo voluntario que tenía la Federación de Estudiantes Secundarios. Nosotros éramos de la FESES. Para ese entonces existían dos orgánicas de los estudiantes secundarios: una Federación que era la comunista-democratacristiana y la otra era socialista-mirista.
Primero quiero hacerte un pequeño recuento de mi experiencia. Yo venía del Partido Comunista, pero rompo con ellos cuando se niegan a apoyar la huelga de Bata, trabajadores del calzado que fueron acusados de incendiar la fábrica, cosa que era completamente abusiva y falsa. Un segundo hecho se dio cuando los estudiantes de la Federación se niegan a apoyar la huelga de trabajadores auxiliares en el año 1970, meses antes que fuera electo Allende. La tercera razón fue el hecho de no querer reprimir a los compañeros miristas, a quienes yo consideraba compañeros. Ahí rompo y me voy a la Federación de Estudiantes de Santiago que era dirigida por el MIR y el Partido Socialista. En ese tiempo estaba Rigo Quezada y otros compañeros a la cabeza.
JP: ¿Y en qué momento se dio el vínculo con los campesinos?
HR: La FESES decidió dentro de sus trabajos ir al movimiento de campesinos. Las tareas en las que nosotros participamos eran educativas, productivas, y también políticas, organizativas y de defensa. El movimiento estudiantil se desperdigó por todo el país. Primero estuvimos en la zona norte de Santiago y luego nos fuimos al sur de Chile. En una de estas oportunidades me tocó ir a Linares y a San Javier, lugar al que llegó una gran camada de compañeros miristas y algunos socialistas, cada uno con su grupo.
Ahí participamos con el Presidente del Consejo Comunal Campesino, Anselmo Cancino, un gran dirigente popular. Como te digo, él era presidente de la asamblea de campesinos y obreros. Luego, nos dejaron a cargo de la zona de Yerbas Buenas a través de una célula del MIR, en la cual militan varios compañeros de la Pincoya y de la zona norte de Santiago, de donde vengo, aunque para es entonces militaba en Santiago Sur y yo ya me sentía de la zona sur.
Allí están los compañeros en la formación de estos centros de Reforma Agraria y otros siguen con las tomas. Algunas organizaciones campesinas trataron de disuadirnos de continuar con la profundización de este proceso. Tuvimos la oportunidad de conocer a los compañeros de los fundos que se llamaban Miraflores, El Torito, Tres Esquinas y también conocimos a otras organizaciones campesinas como la de Ranquil, entre otras. Entonces ahí, participamos de la ocupación de mayores territorios, donde los fundos eran gigantes, llegando algunos extenderse hasta el Río Maule, abarcando cientos de hectáreas. Ya se habían ocupado algunas tierras en contra de los patrones y otras ocupaciones se desarrollaron mientras nosotros estábamos ahí. Fue un protagonismo de la clase, del movimiento indígena también en Tres Esquinas. En otros lugares hubo protagonismo mezclado entre indígenas y no indígenas. Otros lugares que eran asentamientos, se convirtieron en asentamientos dirigidos por la Reforma Agraria.
JP: ¿Y ustedes que labores desarrollaban en el interior de estas recuperaciones de tierras?
HR: Las tareas fundamentales eran la plantación del grano y la cosecha, la cual ellos la hacían habitualmente. Luego nosotros íbamos a la cosecha, y luego amarrar los sacos, venderlos y conversar con ellos. Ellos tenían un problema grave, porque el Estado les obstaculizaba, de alguna manera, su economía. Tenían que pagar mucho por la semilla, por una serie de cosas logísticas que tenían que tener como rejas y silos, y cosas por el estilo.
Había huertos experimentales donde la burocracia venía, se saciaba y sacaba sus porciones, para luego afirmar que, supuestamente, eran investigaciones. Muchas veces era sólo abuso por parte de la burocracia. Entonces, las instituciones estaban plagadas de burócratas y de gente que vivía como parásitos en la estructura agraria.
De todas formas, lo que yo aprendí fue de una gente bellísima, con mucha justicia, con mucha esperanza, con muy poca educación, con grandes problemas de medicina, salud y de alimentación y de mucha lucha. Todos ellos tenían sus sindicatos, habían luchado y se habían sacado la mierda tratando de salir adelante. Mandaban a sus hijos a la escuela, para lo cual tenían que caminar kilómetros y kilómetros.
Tenían mucho deseo de saber y aprende como era el resto del país y del mundo. Se conmovían con nuestras explicaciones sobre los procesos de cambio que se venían dando a lo largo del mundo. En una de estas conversaciones, nos encontramos con un compañero mapuche del Fundo El Torito o Santa Helena, que había estado de guardia para la venida de Fidel y nos habíamos conocido allí. Tan solo en un día, el compañero había aprendido a uso la máquina de impresión mecánica de papel. El compañero había leído la Biblia y algunos escritos revolucionarios, ya era parte del Partido y desempeñaba un rol de seguridad.
Entonces, lo más interesante fue la defensa de los fundos expropiados contra las guardias blancas que venían a atacar de vez en cuando. El germen, el mediero que estaba ahí todavía conviviendo con el campesino, quería siempre ganar una porción mayor, intervenir un poco el proceso transformándolo a otros intereses que no eran los colectivos y teníamos el problema de seguir o no con el sindicato, y me preguntaban a mí como estudiante qué hacemos. Y yo de manera instintiva les decía que el sindicato no se debe dejar, debe seguir.
Para ese entonces, la Democracia Cristiana disputaba la organización sindical campesina contra los socialistas y comunistas. Nosotros no teníamos línea del partido sobre el tema, lo cual nos obligaba a adaptarnos a las condiciones y a apoyar desde allí.
Además de la defensa contra las guardias blancas de los latifundistas, apoyamos la producción y administración en los fundos expropiados y procesos de educación popular y revolucionaria. Fue tal el nivel de trabajo que realizamos con los Consejos Comunales Campesinos, que dos compañeros de mi célula se quedaron a vivir con los campesinos para darle continuidad al proyecto.
Lo último que fue muy importante, fue la alianza entre el MCR y la UCR con los sindicatos de la CUT, en la dinámica de la construcción de un Frente Único, sin embargo, este no fue capaz de consolidarse.
JP: ¿Como evalúas la relación entre los frentes intermedios del MIR y el partido, considerando que participaste en el FER y conociste de cerca al MCR y al Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR)? ¿Cuáles son las cosas positivas que destacarías y las críticas en esa intermediación?
HR: Yo conocí en la ciudad lo que fue el FTR. El FTR en la ciudad no era nada que ver con el trabajo en el campo. El campo era un ingenio donde el MIR participaba, pero no tenía nada. El partido era el pueblo, era la masa, era el movimiento. Pero cuando tú llegas a la ciudad traes la voz del partido, pero ya es otra cosa, eres una correa transmisora, y los frentes son considerados como “los órganos intermedios de la masa”. Entonces muchas veces yo estaba más de acuerdo con el obrero mismo que con la idea del partido. El partido no tenía posiciones, no tenía a veces un programa evolucionado de control obrero, de autogestión obrera.
En la ciudad yo prestaba ropa a sectores trotskistas, quienes tenían una mayor tradición en el mundo obrero históricamente y que fueron abandonados por el MIR. Faltaba una línea por la independencia del movimiento de masas y de Frente Único. Los comandos comunales no cuadraban con los cordones industriales. La mayoría de los cordones fueron manejados por dirigentes socialistas radicales, cercanos a las ideas del poder obrero propiamente tal, no del poder popular.
El MIR no lograba entender la lógica obrera porque habíamos conocido más bien la lógica poblacional que conocía más y mejor el MIR. Ahí sí funcionaba el MIR con el movimiento, por ejemplo, la población 26 de enero o la Nueva Habana, ejemplos fantásticos, donde puedes destacar procesos muy genuinos de justicia popular, de valentía popular, de organización social, porque eran las condiciones muy desfavorables. En los años 69 o 70 nosotros íbamos con el barro hasta las rodillas, sea en la zona sur, en la zona norte de Santiago o en la zona cordillerana de Lo Hermida. Realmente eran condiciones muy desagradables, muy deterioradas para la salud de la gente.
JP: Nombraste algo sobre el FTR. ¿Cómo fue la experiencia de los cordones industriales? Me habías comentado que dada la cercanía de tu liceo tuviste vínculos con el Cordón Vicuña Mackenna.
HR: Nosotros fuimos un sector importante del movimiento estudiantil en primer lugar. Hacíamos de cabeza de todos los liceos de la zona sur, desde Puente Alto hasta Providencia. Yo era jefe de varias células miristas y varias de la asamblea de toda la zona sur dónde compartíamos con varios compañeros que se encargaban de diferentes zonas. Uno de ellos estaba a cargo de Puente Alto, otro en la zona de Providencia, otro en Ñuñoa Alto. Había diferentes liceos, eran muchos, unos treinta o cuarenta liceos, no recuerdo bien, pero era enorme. Cuando hacíamos asambleas era enorme la cantidad de gente que venía y el FER creció, creció y creció, y nunca disminuyó. Lo que sí teníamos diferentes posiciones: había un par de amigos maoístas, otros compas con ideas del llamado MR8, que eran unas singularidades que venían del MIR. Otros compañeros que tenían posiciones trotskistas, anarquistas y otras posiciones miristas clásicas, y ahí teníamos una asamblea de gente revolucionaria. Se permitía el debate. Incluso en el FTR se permitía eso. Particularmente en zonas, por ejemplo, en Concepción, se daba un debate muy amplio.
JP: ¿Y en qué momento se produce la relación entre los estudiantes secundarios y los Cordones Industriales?
HR: Nosotros teníamos tareas concretas: la salud y la seguridad en las batallas populares, y la educación de los trabajadores. Nosotros íbamos a escolarizar y algunos de nosotros nos dedicamos en exclusivo a eso en un periodo. Trabajamos en la educación sobre el control obrero, sobre la autogestión obrera, la negociación tripartita, todo ese tipo de cosas, porque eran cosas vitales que teníamos que desarrollar de manera autónoma y personal.
Yo recuerdo haberme ido a consultar a los especialistas del tema a la Escuela de Sociología y de Ciencia Políticas, en las cuales me conseguí una serie de expertos, y empezamos a desarrollar iniciativas a ese respecto. Yo tenía familiares y por mi propia actividad tenía que asistir a esos procesos. A la empresa Maxwell la recuerdo perfectamente. También a Heaston Chile, Hilos Cadenay, y a las empresas Elecmetal, Inmetal, Trimsa Cistalerías Chile, Standard Electric, y a varias empresas metalúrgicas donde habían hasta familiares en el proceso. Estuvimos mostrando un poco cómo se formaban los dirigentes sindicales, cómo se formaba la gestión obrera y como se formaba y se elegía al interventor.
Además, tuve muchos familiares que eran elegidos dirigentes por los trabajadores y estando ligados a todo esto vi muy de cerca todo ese proceso. Por ejemplo, “Radio Taxi 33” era una empresa de trabajadores, en la cual existió un proceso muy de base. Teníamos también el trabajo mirista al lado, que era el trabajo de los Comandos de Trabajadores, que en el fondo era una oficina de reclutamiento, donde conversábamos con los trabajadores las cosas que habían pasado y coordinábamos un poco las cosas que se podían hacer.
Particularmente hay una empresa muy importante que marcó mucho nuestro trabajo estudiantil, la empresa Trimsa, que era una bencinera y maestranza. Con ellos hicimos un trabajo de autogestión muy cercano, entonces fue muy bello, muy interesante toda esta participación, articulación de movimiento con el Cordón Industrial y de organización del Sindicato Nacional de Bencineros.
En muchas ocasiones tuvimos que asegurar lo que se llamaba el abastecimiento directo. Por un lado, estaban las JAP que venían un poco de los Comités de la Unidad Popular, que el Partido Comunista manejaba. Había varias empresas que ellos dirigían como Hirmas, entre otras. En algún momento cambiaron su postura y entraron a una lógica de colaboración con nosotros, del mundo de los trabajadores no pertenecientes al PC. Entonces, el Presidente de los Cordones Industriales, el compañero Cruces del PS de tendencia revolucionaria, realizaba las reuniones en el sindicato de Vidrierías Chile, la fábrica que estaba al lado de Elecmetal. Muchos de los hijos de los obreros eran compañeros nuestros, ellos vivieron después el golpe de Estado y vivieron la tragedia de sus padres.
Varias de las células que yo dirigía decidimos en marzo de 1973 salirnos del MIR y nos fuimos al Grupo Combate (posteriormente Liga Comunista). Esta renuncia fue por la falta de democracia en el partido y por el tema de los frentes de masa los cuales eran círculos de reclutamiento e intervención en la masa, pero no eran alianzas políticas con los sectores de otros grupos políticos revolucionarios. Teníamos la promesa de un Congreso del partido, sin embargo, nunca se realizó. Miguel redujo el Congreso a una conferencia, lo cual provocó mucha desilusión en la militancia.
Faltaba una política obrera y una dirección obrera en el MIR. No nos faltaban los sectores que querían las alianzas, pero no había propuesta. Todos estaban conformes con el partidismo. Por un lado el PC manejando la CUT y, por otro lado, estaban los cordones, conducidos por una democracia directa con influencias de independencia de clase, donde existían sectores anarquistas y trotskistas representados por lo que fue la dirección anterior de la CUT del 52 de don Clota y de Humberto Valenzuela, dirigentes obreros conocidos en la palestra chilena, quienes tenían el diario del Cordón Vicuña Mackenna, llamado “El Cordonazo”.
JP: ¿Y cómo los pilló a ustedes el golpe de Estado?
HR: Ahí, estábamos en el Cordón de Vicuña Mackenna. Hablamos con Cruces y con todos los compañeros, una enorme cantidad de estudiantes. Sin embargo, nos pidieron que nos mantuviéramos lejos de la fábrica porque no querían que nosotros perdiéramos la vida. Ellos se iban a quedar a sabiendas de que así como olían y veían la cosa, iba a ser una derrota. Ellos iban a defender la fábrica, pero probablemente iba a ser una masacre. Ellos ya veían la cosa como era. Y ellos estaban dispuestos a defenderse, como el mismo Checho dijo, defiéndanse, no se dejen humillar, pero la posibilidad de ganar esa batalla, en ese minuto, bajo las condiciones políticas que tenía la izquierda chilena era imposible ganar.
JP: ¿Qué consideras como el aporte más valioso de la experiencia de la Unidad Popular y que sería importante destacar para nuestros días?
HR: De partida, lo que históricamente en Chile se ha planteado como la iniciativa de los trabajadores, que se puede ver en las luchas del proletariado chileno en los años 20, en el 25, en los 30 y son luchas inolvidables. Eso es parte de la iniciativa organizada de los trabajadores e incluso política de los trabajadores organizados, con un programa, con una línea revolucionaria y luego en nuestro periodo también lo hubo. Nosotros teníamos, por ejemplo, en el Cordón Industrial el periódico “El Cordonazo” y lo dirigía el compañero Hugo Blanco, quien era de origen peruano y había sido un guerrillero que participó en las luchas obreras en Argentina. Mi ex compañera militaba con él, hacían ese periódico. Ella era secretaria de ese periódico y todos los trabajadores escribían en ese periódico. Se hablaba del poder obrero, las alternativas que teníamos, las ligazones con otras redes, con el mundo de los pobladores, con estudiantes. Siempre hubo una instrucción política para desarrollar el debate interno, pero de todas maneras lo que yo guardo de toda esa experiencia es que los trabajadores por sí mismos, en la dinámica con los demás sectores empobrecidos de la ciudad, lograron levantar cabeza e imponer ciertas dinámicas, imponer una realidad, que era la exigencia ante el Gobierno de tener una mayor relevancia, la mayor decisión en las cosas políticas del país.
Avanzando sin transar se puede y se debe dar pasos gigantes, tal como sucedió en la UP, periodo caracterizado por una ofensiva del proletariado para la construcción de la toma del poder por los trabajadores.